viernes, 22 de marzo de 2013
Un pie tras otro, emprendemos nuevos caminos todos los días. Las huellas que dejamos son a veces borradas por el viento, por la lluvia, por nuestras propias huellas de regreso, si nos acobardamos a la mitad del viaje. Salimos con poco, con mucho equipaje; con sueños, sin sueños; con esperanza, con miedo. Pero al final nos atrevemos a salir. Recorremos los caminos del hombre, ásperos y sinuosos, porque los hombres son complicados incluso en las líneas rectas, y, al final, nos encontramos con el puente. No con un puente cualquiera, sino con el puente. Aquel que puede desmoronarse mientras lo recorremos, el que nos mira ominoso cuando lo miramos. Quienes lo cruzan ya no serán nunca los mismos. Sin embargo no es siempre claro lo que hay al otro lado del puente.
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